viernes, abril 21, 2006
El dardo en la palabra
Ya tocaba, la verdad es que sí, que ya tocaba alimentar un poco este blog. Hace casi dos meses que no escribía y no es que no haya estado leyendo, es que he leído algo menos y el libro era más gordo :-). "El dardo en la palabra", un afilado dardo sin lugar a dudas.
http://html.rincondelvago.com/el-dardo-en-la-palabra_fernando-lazaro-carreter.html
Como compensación he leído también la segunda parte, "El nuevo dardo en la palabra", bastante más ligerito de peso, pero sobre todo porque recoge menos artículos. El libro no es más que una recopilación de dardos, perdón de artículos que Fernando Lázaro Carreter, ese académico presidente ...
http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_L%C3%A1zaro_Carreter
Perdón, me acabo de llevar un golpe impresionante. Al buscar información sobre Lázaro Carreter he podido comprobar que murió en marzo de 2004. Y no es que no lo leyera en su momento, es que no me acordaba. Cierto es que coincidió con la captura de aquella furgoneta de ETA en los alrededores de Madrid con 500 y pico kilos de explosivos y que una semana después de su muerte fue el fatídico 11-M, pero debería haberlo recordado. Cierto es que un mes más tarde volé para Chicago, pero a pesar de todo debía haberlo recordado. Más que nada porque repasando las noticias del día, veo con frustración que recuerdo haber leído las siguientes:
Decía que el libro no era más que una recopilación de artículos que durante muchos años había ido publicando en diferentes periódicos bajo en mismo nombre "El dardo en la palabra". Pone de manifiesto que hablamos casi tan mal como escribimos, y hablamos muy muy mal. Digo casi porque la palabra escrita es susceptible de ser pensada y repensada antes de darla por buena, la hablada también lo es, pero en menor medida. De hecho en uno de sus primeros dardos señalaba el autor que le merecían mucho más respeto aquellas personas que delante de un micrófono parecían dubitativos pues indicaba que estaban escogiendo entre varias palabras aquélla que más fielmente reflejaban lo que quería decir, en contrapunto con las ametralladoras de palabras quienes simplemente por parecer que hablan con más fluidez, pueden dar la sensación de hablar con más propiedad. Y yo lo secundo :-).
El libro ha supuesto una cierta revolución en mi vida. Eso y la afición a ver los martes por la noche al doctor Gregory House parece que han contribuido a que últimamente mi "locuela" que diría Lázaro Carreter, sea más ácida, más mordaz, más irónica, más acética, más corrosiva, más ponzoñosa incluso. Lo marco para releerlo, y la próxima vez con el diccionario por delante. Es sin lugar a dudas el libro con el vocabulario más difícil que yo haya leído nunca. Recuerdo que me hablaron en su momento del vocabulario de "Olvidado Rey Gudú", pero salvo dos o tres palabrejas más raras, el resto las conocía o las sacaba por su morfología. En este caso, me resulta totalmente imposible.
De hecho, he empezado a escuchar además de oír a los locutores y presentadores de televisión. A veces es cierto que son patéticos y hasta yo descubro errores de bulto. Recuerdo hace un par de días en Canal Sur donde no menos de 4 errores evidentes. Ahora mismo sólo recuerdo uno, que el abogado iba a presentar como eximente el hecho de que ese santo varón que descosió más que cosió a su ex con cien puñaladas, iba beodillo. Ya me cuesta trabajo pensar que eso pueda ser un atenuante, pero desde luego de eximente nada. Como puede que dijera Lázaro Carreter, culpabilísimo él por ejercer la violencia de sexo, que no de género, y culpable el periodista por atentar contra nuestra común lengua.
Tiene el libro mil atractivos más, al menos para mí. Uno de ellos es ver la evolución de las palabras, sus flujos migratorios y cómo por ejemplo un patito feo presente en nuestro idioma desde hace 500 años, pero que casi nadie usa, pasa por Francia, luego por el mundo anglófono y regresa convertido gracias al poder de los media en un fenomenal palabro con un significado ligera o totalmente diferente al original.
Para mí, el libro, los libros sólo merecen parabienes y si tuviera que criticar algo sólo sería que hay cosas que tienen sentido en un modo figurado, alegórico pero que no lo tienen en un sentido literal y Lázaro Carreter hace uso de estas licencias, pero pareciera que no guste de que lo hagan otros. Aunque si estuviera aquí me diría ... no es el uso, es el abuso. Como la anécdota que cuenta un par de veces de aquel embajador en Portugal, apellidado Porras y Porras y que tuvo que ir a un país donde porra no es sino el equivalente a nuestro rabo, bueno al de cada uno pues en estas cosas es mejor que se salga cada uno con la suya. Según parece, al ser informado el último Rey de Portugal de que tan dotado embajador andaba por allí, no pudo sino comentar ... "Lo que me molesta es la insistencia".
Me explico, ataca varias veces el uso de "Fulanito salta al terreno de juego" y éste es un uso que yo aprobaría pues entiendo que proviene de cuando el jugador estaba en un banquillo a un nivel más bajo que éste y realmente tenía que saltar para poder hacer entrada en el mismo. Luego el uso habrá hecho que se generalice y se use incluso cuando empieza el partido y no hay salto ninguno. Él quizás podría darme parcialmente la razón, pero en cualquier caso me dirá que hay mil verbos o expresiones que pueden suplir ese "saltar" con más propiedad (entrar, hacer entrada, salir, aparecer, desfilan hacia el campo ...) y que se deje ése en todo caso para el banquillo. Y yo entonces tendría que darle la razón.
Un saludo, Domingo.
http://html.rincondelvago.com/el-dardo-en-la-palabra_fernando-lazaro-carreter.html
Como compensación he leído también la segunda parte, "El nuevo dardo en la palabra", bastante más ligerito de peso, pero sobre todo porque recoge menos artículos. El libro no es más que una recopilación de dardos, perdón de artículos que Fernando Lázaro Carreter, ese académico presidente ...
http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_L%C3%A1zaro_Carreter
Perdón, me acabo de llevar un golpe impresionante. Al buscar información sobre Lázaro Carreter he podido comprobar que murió en marzo de 2004. Y no es que no lo leyera en su momento, es que no me acordaba. Cierto es que coincidió con la captura de aquella furgoneta de ETA en los alrededores de Madrid con 500 y pico kilos de explosivos y que una semana después de su muerte fue el fatídico 11-M, pero debería haberlo recordado. Cierto es que un mes más tarde volé para Chicago, pero a pesar de todo debía haberlo recordado. Más que nada porque repasando las noticias del día, veo con frustración que recuerdo haber leído las siguientes:
- A Pedrojota le sentó como un tiro escuchar que ETA planeaba volar La Razón
- ETA quería dejar Madrid a oscuras durante la boda real
- Compañeros de examen de Paloma Rocasolano: 'No fue prepotente'
- Detienen en Cartagena a nueve miembros del club Leicester por abusos sexuales a tres mujeres
- Médicos españoles reimplantan un brazo tras mantenerlo vivo nueve días unido a la pierna del paciente
Decía que el libro no era más que una recopilación de artículos que durante muchos años había ido publicando en diferentes periódicos bajo en mismo nombre "El dardo en la palabra". Pone de manifiesto que hablamos casi tan mal como escribimos, y hablamos muy muy mal. Digo casi porque la palabra escrita es susceptible de ser pensada y repensada antes de darla por buena, la hablada también lo es, pero en menor medida. De hecho en uno de sus primeros dardos señalaba el autor que le merecían mucho más respeto aquellas personas que delante de un micrófono parecían dubitativos pues indicaba que estaban escogiendo entre varias palabras aquélla que más fielmente reflejaban lo que quería decir, en contrapunto con las ametralladoras de palabras quienes simplemente por parecer que hablan con más fluidez, pueden dar la sensación de hablar con más propiedad. Y yo lo secundo :-).
El libro ha supuesto una cierta revolución en mi vida. Eso y la afición a ver los martes por la noche al doctor Gregory House parece que han contribuido a que últimamente mi "locuela" que diría Lázaro Carreter, sea más ácida, más mordaz, más irónica, más acética, más corrosiva, más ponzoñosa incluso. Lo marco para releerlo, y la próxima vez con el diccionario por delante. Es sin lugar a dudas el libro con el vocabulario más difícil que yo haya leído nunca. Recuerdo que me hablaron en su momento del vocabulario de "Olvidado Rey Gudú", pero salvo dos o tres palabrejas más raras, el resto las conocía o las sacaba por su morfología. En este caso, me resulta totalmente imposible.
De hecho, he empezado a escuchar además de oír a los locutores y presentadores de televisión. A veces es cierto que son patéticos y hasta yo descubro errores de bulto. Recuerdo hace un par de días en Canal Sur donde no menos de 4 errores evidentes. Ahora mismo sólo recuerdo uno, que el abogado iba a presentar como eximente el hecho de que ese santo varón que descosió más que cosió a su ex con cien puñaladas, iba beodillo. Ya me cuesta trabajo pensar que eso pueda ser un atenuante, pero desde luego de eximente nada. Como puede que dijera Lázaro Carreter, culpabilísimo él por ejercer la violencia de sexo, que no de género, y culpable el periodista por atentar contra nuestra común lengua.
Tiene el libro mil atractivos más, al menos para mí. Uno de ellos es ver la evolución de las palabras, sus flujos migratorios y cómo por ejemplo un patito feo presente en nuestro idioma desde hace 500 años, pero que casi nadie usa, pasa por Francia, luego por el mundo anglófono y regresa convertido gracias al poder de los media en un fenomenal palabro con un significado ligera o totalmente diferente al original.
Para mí, el libro, los libros sólo merecen parabienes y si tuviera que criticar algo sólo sería que hay cosas que tienen sentido en un modo figurado, alegórico pero que no lo tienen en un sentido literal y Lázaro Carreter hace uso de estas licencias, pero pareciera que no guste de que lo hagan otros. Aunque si estuviera aquí me diría ... no es el uso, es el abuso. Como la anécdota que cuenta un par de veces de aquel embajador en Portugal, apellidado Porras y Porras y que tuvo que ir a un país donde porra no es sino el equivalente a nuestro rabo, bueno al de cada uno pues en estas cosas es mejor que se salga cada uno con la suya. Según parece, al ser informado el último Rey de Portugal de que tan dotado embajador andaba por allí, no pudo sino comentar ... "Lo que me molesta es la insistencia".
Me explico, ataca varias veces el uso de "Fulanito salta al terreno de juego" y éste es un uso que yo aprobaría pues entiendo que proviene de cuando el jugador estaba en un banquillo a un nivel más bajo que éste y realmente tenía que saltar para poder hacer entrada en el mismo. Luego el uso habrá hecho que se generalice y se use incluso cuando empieza el partido y no hay salto ninguno. Él quizás podría darme parcialmente la razón, pero en cualquier caso me dirá que hay mil verbos o expresiones que pueden suplir ese "saltar" con más propiedad (entrar, hacer entrada, salir, aparecer, desfilan hacia el campo ...) y que se deje ése en todo caso para el banquillo. Y yo entonces tendría que darle la razón.
Un saludo, Domingo.